Tras los kilómetros hasta Mostar llenos de curiosidades…tramos sin asfaltar, obras sin señalizar y algunos pueblos con muchas casas tal y como quedaron tras la guerra, llegamos a la histórica ciudad Bosnia, cruce de culturas durante siglos que queda perfectamente representado por su famosísimo puente sobre el río Neretva que une la parte cristiana de la ciudad, con la musulmana. Hoy día el puente está perfectamente restaurado fielmente como el original, pero impactaba totalmente saber que durante la vergonzosa guerra, a la que el resto de Europa dio la espalda, el histórico puente fue totalmente destruido. Impresionaba ver las fotos que podías encontrar en numerosos establecimientos, del puente derruido por los impactos de las bombas.
Un recorrido con las motos por el centro de Mostar nos dio una idea general de lo que hoy día es esta ciudad, golpeada por la guerra, pero con una animosidad y vida social absolutamente colorida que contrasta brutalmente con la cantidad de edificios de moderna construcción que todavía, hoy día, continúan tal y como quedaron tras la contienda. Impresiona especialmente ver los impactos de obuses y metralla en las fachadas totalmente grises y sin un solo cristal en sus ventanas. Aún así, la actitud de sus habitantes invita a la más detallada reflexión, cuya única conclusión es que la esperanza de un cada vez mejor futuro es lo que está en mente de todos ellos.
Dejamos atrás la mítica Mostar y por las ya habituales rutas tortuosas y de mal asfalto nos dirigimos a la capital de BIH: la fascinante Sarajevo. En la ruta descubrimos preciosos lugares, como un acogedor restaurante de carretera a medio camino entre Mostar y Sarajevo donde comemos una buenísma carne y nos tratan con gran amabilidad ¡y todo a un precio bajísimo! ¡Para los precios se agradece mucho estar en la “otra” Europa!
Llegando a Sarajevo, los nervios son grandes, la ruta esta salpicada de infinidad de sobresaltos por la intensa circulación, la mala carretera llena de polvo y baches, sin pintar y con muy poca información de donde estás. Multitud de travesías de pequeños pueblos no ayudan a avanzar…finalmente y con Sarajevo ya muy cerca, damos alcance a un convoy militar con tanquetas enormes y pasamos a formar parte del mismo. Nuevamente la realidad nos impacta y circular tras estos vehículos militares con las matrículas de la EUFOR, nos hace subir la adrenalina considerablemente…. ¡Y eso que la guerra queda lejos, lejísimos! ¿Qué debe ser vivir una sinrazón como es una guerra?
Para los más detallistas es interesante explicar como han evolucionado los distintivos de las fuerzas armadas internacionales destacadas en los Balcanes según la intensidad del conflicto. Si recordáis los reportajes que se veían en los telediarios de “nuestra” Europa….podía leerse en los costados de los vehículos militares diferentes siglas. Así, en el momento más intenso del conflicto armado, tras el estallido de la contienda, los vehículos llevaban escrito IFOR o sea Intervention Force… ¡Podían disparar cuando lo creyeran necesario! Pasados los años duros de la guerra y en los tiempos inmediatamente posteriores al final de la misma, los vehículos mostraban las siglas SFOR (Stabiliced Force) o sea fuerzas de estabilización ¡no hay guerra pero pueden usar la fuerza si es necesario! Por último, hoy día, y como bien vimos Xavi y yo, los vehículos militares llevan las siglas EUFOR, y que también llevaban los Nissan Patrol de los militares españoles que conocimos en la frontera de HR con BIH. Estas siglas hacen referencia a unas fuerzas armadas europeas en simple misión de paz. ¡Que así sea siempre! Hay que reseñar que aun hay otras siglas que hoy día se pueden ver en otros vehículos militares en otra parte de los Balcanes: KFOR. Son las fuerzas internacionales especiales para Kosovo, que pocos días después descubriríamos.
Continuando nuestra ruta llegamos a Sarajevo y la fascinación que crea escuchar el nombre de esta ciudad está a la altura de lo que ves cuando llegas a ella. Es grande, con una inmensa avenida que recibe al recién llegado viajero como invitándote adentrarte en ella y que no tengas en cuenta los edificios destruidos por la guerra, las historias de terror que de ella se cuentan, los viejos tranvías, la gran mayoría de antiguos coches que circulan, o los muchísimos barrios de no muy buen ver que se extienden a lado y lado de la protagonista avenida principal. Es como si quisieras que te fijaras en que también hay preciosos, modernos y recién construidos edificios, bancos, centros comerciales, coches de última fabricación y muchas gentes jóvenes alegres y vestidas de la más informal y modernas de las estéticas que nada tienen que envidiar a ninguna cuidad de la Europa occidental.
Pero como los contrastes no pueden faltar en estas increíbles tierras….el famoso rascacielos que tantas veces vimos en los Telediarios y que tantos francotiradores escondió, nos devuelve de golpe la otra realidad….dicen que pudiéndolo haber reconstruido, prefirieron dejarlo tal y como quedó tras la guerra para recordar a donde puede llegar la barbarie humana.
Continuamos recorriendo esta contradictoria ciudad y llegamos a las instalaciones de los Juegos Olímpicos de invierno de 1984.Impresiona, una vez más, ver su estado de dejadez, pero por otro lado aguantan el paso de tan terribles acontecimientos. Tal vez es una señal para un mejor futuro. Cuando ya casi decidíamos marchar vemos una pintada en la pared que nos llama la atención especialmente “Hellcome to Sarajevo” parece ser que es el grito de guerra de los seguidores del equipo de fútbol local….pero nos pareció un perfecto resumen de lo que allí se había llegado a vivir.
Sobre nuestros cascos un cielo absolutamente plomizo y gris parece que quisiera añadirse para todavía dar un ambiente mas duro a la ciudad. Coronamos una colina de uno de los durísimos barrios y nuestros ojos no daban crédito: frente a nosotros se extendía el cementerio más inmenso que jamás hubiéramos visto, ni en la vida real o en películas o reportajes. Todo lo que nuestra vista alcanzaba eran tumbas y colinas enteras estaban llenas de lápidas casi amontonadas. Nos acercamos a la valla y cuando estábamos mirando desde el exterior, un amable vigilante nos invita a entrar…. ¡con las motos! No lo podíamos entender, ni creer casi. Así pues, a poquísima velocidad y después de agradecer muchísimo la invitación, entramos en un sitio que jamás pensé que haría desde mi moto. En total silencio, solo roto por el ruido de los motores, paseamos por el inmenso cementerio donde descubrimos la inmensa cantidad de lápidas musulmanas y con fechas terriblemente repetidas entre 1992 y 1995: ¡los más duros años del conflicto bélico de los Balcanes! En cada lápida muchas veces hay dos o tres nombres y desde la colina más alta del cementerio puede verse Sarajevo, totalmente pegada a la valla del mismo, La ciudad casi convive con sus muertos ¡Que locura!
Absolutamente superados por lo que estamos viendo y tras unas fotos únicas, salimos poco a poco de tan impactante lugar, no sin antes expresarle al vigilante con los gestos más expresivos que se nos ocurren, nuestra emoción, respeto y buenos deseos. Su cara parece decir que nos entiende perfectamente.
Tras estos momentos, volvemos al bullicio de la ciudad y casi de golpe un ruido familiar nos devuelve a la más actual de las realidades y a un nuevo y contundente contraste: un tetracilíndrico japonés con un nada silencioso escape, se acerca por la avenida en la que estamos a una velocidad considerable, al vernos, su hábil conductor se detiene y él y su bella pareja nos sonríen y nos preguntan en un perfecto inglés si necesitamos algo. Agradecemos el detalle, les contamos que estamos de vacaciones, de donde venimos y que todo va bien. Sorprendidos de nuestro largo viaje nos desean lo mejor y se alejan deleitándonos, de nuevo, con el aullar de la mecánica japonesa…ah! es una GSX 750 R del `92 o `93…”supongo que sobrevivió a la guerra en algún profundo garaje” me digo, divertido, a mi mismo.
Esta anocheciendo y nuestro objetivo para pasar la noche está un poco lejos. Le “preguntamos” al navegador cuanto hay hasta Dubrovnik y pesar de que nos han desaconsejado circular de noche, nos puede más el ánimo de viaje, además de lo excitados que estamos después de tantas emociones, nos disponemos a rodar en la noche camino de Croacia, donde empezó este increíble día….la “Perla del Adriático” nos espera… ¡lo que no sabíamos es que nos tendría que esperar muchas más horas de las que teníamos previsto!
Tras una difícil salida de Sarajevo, ya que una vez más, la ruta que debíamos tomar estaba sin ningún tipo de señalización, empezamos avanzar en la noche. Xavi conecta su potentísimo faro de largo alcance de xenón y tras él le pido que tenga “mil ojos” y que conduzca a la “defensiva”.
Al alejarnos de la zona de influencia de Sarajevo, la ruta parece ser relativamente tranquila. Algún sobresalto en forma de coches con apenas luces, algún peatón o algún objeto en la carretera hacen que pongamos los cinco sentidos en nuestra conducción. De repente al llegar a un pequeño pueblo, nos quedamos sorprendidísimos ya que una especie de control de carretera nos detiene. Están armados y van acompañados de observadores de la EUFOR que se mantienen al margen. La sorpresa es mayúscula, nos preguntan donde vamos, nos piden los pasaportes y tras mirar con curiosidad las motos e igualmente sorprendidos, nos dejan continuar. No entendemos que ha ocurrido y pasados unos pocos kilómetros nos damos cuenta que la poca señalización que hay ha pasado a ser ininteligible para nosotros… ¡no está escrita con carácteres latinos! Suponemos que están escritos en cirílico. Ambos nos preguntamos donde estamos y en que país, zona o región hemos entrado.
Días después, y en un rato de tranquilidad mirando con detenimiento el mapa político de BIH descubrimos una especie de frontera interna dentro de Bosnia que era la que esa noche habíamos descubierto de golpe y es que, BIH esta internamente dividida en dos regiones políticas. Una de ellas es la Federación Bosnia y Herzegovina y la otra (que fue en la que sorpresivamente y con “nocturnidad” entramos) es la Republika Srpska, o sea la República Serbia, que no se debe confundir con la República de Serbia, (que es una de las partes que forman Serbia y Montenegro) ¿Y por que la existencia de la Republika Srpska? Pues es consecuencia directa de lo que han sido los Balcanes: un puzzle social-religioso-político y cultural de una dificultad extrema. La República Serbia es necesaria dentro de BIH para la pacifica cohabitación entre Bosnios y los Serbo-Bosnios que siguen viviendo en BIH tras el final de la guerra.
Toda esta complejidad y otros muchos detalles es lo que hacen absolutamente fascinante esta tierra, esta otra Europa.
Retomando lo ocurrido tras pasar aquella –y ahora ya explicada- extraña “frontera” continuamos nuestro nocturno viaje el cual aún nos deparaba algunas sorpresas. Pronto nos dimos cuenta que Dubrovnik estaba mucho más lejos, y que el navegador fruto de los pocos datos de los que disponía, había calculado erróneamente los km. Tratamos de aumentar el ritmo, lo cual en la noche y esas carreteras era complicado, y trajo “lo que tenia que pasar” en un cruce tomamos la dirección equivocada, abocándonos a unas carreteras aún más complicadas, perdidas, oscuras y eternas. Cuando nada teníamos claro y avanzábamos más por orientación que otra cosa, aún aquella ruta nos reservaba otra “alegría” más…de repente un cartel ¡en cirílico! Anunciaba algo, solo entendíamos los números, pero lo comprendimos de golpe…. ¡se acabó el asfalto! Suponíamos que durante el numero que indicaba el cartel. La situación pasó a ser algo preocupante, de noche en un país que no sabíamos cual era, con carteles imposibles de leer, sin estar seguros de la dirección que llevábamos y por ¡una pista forestal! No estaba mal, si lo que queríamos eran contrastes ¡los habíamos encontrado!
Tras unos nada tranquilizadores 7 Km. de tierra, en medio de un oscuro y silencioso bosque, llegamos a una carretera la cual estaba cortada en una dirección y el único cartel que había, era en dirección contraria, indicando hacia donde veníamos…bueno, al menos sabíamos que volviendo sobre nuestros pasos podíamos regresar aquella poco tranquilizadora “frontera”…¡No era buena idea!
En estas estábamos mirando el mapa con la linterna, cuando apareció un camión, lentamente subiendo. Lo paramos, lo que no hizo ninguna gracia a su conductor que tras gritarnos un poco, y viendo lo perdidos que estábamos, se calmó y como pudimos nos indicó que en alrededor de ¡100 Km! Siguiendo aquella ruta, llegaríamos a Dubrovnik. ¡Aún estábamos más lejos de lo que creíamos! Tras la sorpresa, decidimos abrigarnos un poco, serenarnos y empezar hacer esos largísimo Km., invirtiendo el tiempo que hiciera falta. Así muchas, muchas curvas, dudas en los cruces, preguntar de vez en cuando, un susto de muerte al encontrarnos un brutal accidente de dos coches sin apenas señalización y una preocupante contractura en mi maltrecho cuello… avistábamos la frontera con Croacia, ante la incredulidad del policía croata, que no entendía que hacían dos motos extranjeras aquellas horas de la noche ¡llegando de BIH!
Unos inacabables kilómetros finales nos dejaban en la entrada de Dubrovnik, ¡Cuánto nos había esperado la Perla del Adriático! Tras buscar hotel y una reparadora cena nos dispusimos a descansar después uno de los días más largos y emocionantes que nunca había vivido desde una moto. Un neumático trasero más gastado de lo que yo desearía y la fortísima contractura de mi cuello, no serian buenos compañeros de descanso.
Al día siguiente descubrimos la imposibilidad de cambiar el neumático trasero por ser el ¡día nacional de Croacia! Llovía mucho y mi cuello lo último que quería era hacer kilómetros y aguantar el peso del casco….pero poco podíamos hacer, más que continuar, así que tras una pequeña visita a la mágica Dubrovnik, comenzamos alejarnos hacia la mayor de las incertidumbres: un neumático gastado, lluvia, dolor y un país absolutamente desconocido nos esperaba a los pocos kilómetros: Crna Gora una de las realidades políticas que formaban Serbia y Montenegro (SCG) y recalco formaban, por que mientras escribía este relato, algunos meses después de hacer el viaje, y fruto del rápido devenir de los acontecimientos en los Balcanes, se ha producido la independencia de Montenegro, decidida en referéndum por sus habitantes. Supongo y solo supongo que ahora los distintivos quedarán así: Montenegro (CG) y Serbia (SER)…. ¡Tal vez debiéramos ir, de nuevo, a averiguarlo!
Tras unos lentos, pero sin problemas, trámites aduaneros comenzamos a rodar por este país por una carretera absolutamente preciosa que a lo largo de la costa, llega a uno de los sitios más impresionantes que se pueden encontrar, en la ya de por si increíble costa del Adriático: La bahía de Kotor. Esta bahía es comparada a menudo con los fiordos noruegos, y ello es una prueba de su total encanto. La carretera es casi inundada por el mar dado lo cerca que discurre del nivel del agua. En el centro de la bahía dos pequeñas islas están presididas por sendas iglesias que aún hacen mas singular el lugar. Tan majestuoso espectáculo nos compensó un poco de las preocupaciones que, como mi mala previsión con el neumático trasero, no nos dejaban de disfrutar del todo.
Tras preguntar en multitud de sitios y cuando ya desesperábamos, en un pequeño taller con una publicidad de neumáticos para coches, el dueño, un motard montenegrino poseedor de una R1, nos ayudó extraordinariamente y nos vendió un neumático usado en buen estado por ¡20 euros mano de obra incluida! La medida era un 170/60 x 17, y el neumático era el famoso y duro Macadam 100 de Michelin, medida inferior a la habitual que usa mi Kawa (180/55 x 17), pero que al tener el perfil mas alto junto a la dureza del mismo, pronto se iba a convertir en un buen aliado ¡en las durísimas carreteras que encontraríamos en los días siguientes!
Los kilómetros, el transcurrir de las horas y el cambio del neumático también obraron positivamente en mis dolores cervicales, lo cual contribuyo a disfrutar muchísimo de la ruta a partir de ese momento, la cual además se elevaba por una montaña gigantesca frente al mar deleitándonos con unas vistas majestuosas de la costa del Adriático. Algo después la ruta se adentraba en el interior camino de la capital de Crna Gora: ¡Podgorica!
Una vez en la capital, y tras recorrer unas cuantas calles para hacernos una idea general recibimos una magnifica ayuda por parte de un grupo de amables jóvenes, gracias a los cuales nos alojamos en un confortable hotel, tras lo cual nos dispusimos a descubrir esta desconocida capital europea. Excepto algunos pocos edificios modernos, todo recuerda al pasado comunista, con construcciones monótonas, frías y rectangulares. Los viejos coches del este: Yugo, Skoda; Lada, Zastava no ayudaban alegrar el panorama y la poca iluminación de sus calles menos aún.
Pero Podgorica tiene algo increíble y otro contraste añadir a nuestro viaje, además en este caso tremendamente agradable: sus animadísimas calles, la cantidad de gente joven y un porcentaje sorprendente, respecto del número de hombres, de mujeres guapísimas en su gran mayoría, fiel exponente de la raza eslava. Tal era nuestra sorpresa que tras preguntar si era una impresión nuestra, nos dijeron que no, que teníamos razón y que desconocían el porque de la gran cantidad de mujeres… ¡casi todas preciosas!
Ante tan agradable panorama buscamos donde cenar y tras una estupenda cena tuvimos otra sorpresa considerable al ir a pagar (por cierto el Euro es la moneda oficial de CG, no como el HR o BIH que tienen sus propia moneda aunque aceptan Euros sin problema) dado que la factura era absolutamente increíble ¡7,90 euros…la cena de los dos! ¡Esto si es el mayor de los contrastes de “nuestra” Europa! Algo más tarde y en algunos de los acogedores pubs que descubrimos, lo barato de los precios seria una constante, al igual que la alegría, amabilidad y sencillez del ambiente que nos rodeaba.
Al día siguiente un fantástico sol nos saludó y nos acompañó mientras desayunábamos, en el hilo musical del hotel sonaba una de las geniales baladas, del grupo germano de rock duro Scorpions…. ¡podía ser la banda sonora del día de aventuras que nos esperaba por delante!
Después de cargar, engrasar cadena y poner gasolina comenzamos a rodar dirección a una de las incógnitas mas grandes del viaje: ¡Albania! (AL)
Unos kilómetros por un mas que discutible asfalto, sin pintura alguna nos llevó a lo que se supone que era la frontera de un país de Europa…que si nos dicen que es de algún pobre país asiático o africano nos lo hubiéramos creído. Nada mas llegar y casi sin bajarnos de la moto un trajeado señor nos pide 2 Euros en concepto de no sabemos que, nos entrega un pequeño formulario escrito a mano y no nos hace mas caso. Loa aduaneros si que muestran su sorpresa y curiosidad y tras unas cuantas preguntas y mostrarles nuestros pasaportes…comienzan a copiar todos nuestros datos en unos nuevísimos ordenadores, negros, de la marca Dell que nos cuenta han recibido por primera vez en esta frontera ¡hace tres días! El ritmo del teclear es lentísimo y aunque tengan esta primera informatización, eso no quita que nos hacen ir a las oficinas interiores, donde el tradicional bolígrafo y un muy mayor funcionario hacen que todo transcurra con mucha calma, en su “importante” tarea de tomar nota de ¡todos! los datos de nuestras motos…configurando una especie de salvoconducto, que tras una equivocación y nueva repetición de uno de ellos, nos entregan para poder rodar por ¡Albania!
Así pues arrancamos los motores y lentamente entrábamos en el mayor de los enigmas del viaje… ¿Qué nos deparaba aquel, hasta hace poquísimos años, cerradísimo país mediterráneo? La primera foto que hicimos en AL, ya seria anecdótica, ya que la hicimos junto al cartel que indica el nombre del país y las velocidades que en el imperan…. ¡algunas de ellas nos fue totalmente imposibles de alcanzar en toda nuestra travesía albanesa dado el estado de las carreteras! Tras esta rutera foto, lo que vino a continuación y durante todas nuestras horas en AL se hace difícil de explicar, digerir y transmitir, dada la intensidad y lo singular de lo vivido…especialmente al ser desde una moto.
Si la carretera que nos llevo de Podgorica a la frontera nos parecio mala, lo que encontramos justo cruzar esta era increíble ¡y en el mapa esta señalada como ruta principal y en rojo! La fuerte impresión ante casi todo lo que veíamos se convirtió en una compañera más del viaje, sobretodo en las primeras horas y kilómetros. La llegada al primer pueblo fue dantesca. Una gasolinera quemada, coches volcados, gente cruzando sin cuidado alguno, carros tirados por animales que teníamos que esquivar, camiones viejísimos ocupando toda la calzada, charcos, agujeros en el asfalto, montones de pequeños vendedores de infinidad de cosas muchas de ellas usadas exponiendo sus mercancías en el suelo… y suciedad, mucha, mucha suciedad, basuras, increíbles cantidades de basura que sobretodo se acumulan en las entradas y salidas de los pueblos. La gente no vive, sobrevive, al menos para nosotros, los de la “otra” parte de Europa, aunque esta supervivencia, a nuestros ojos, se transforma en esa típica tranquilidad y parsimonia de estos países que no tienen nada que ganar… ¡ni que perder!
Al principio, lo reconozco, estaba realmente asustado, tenia la sensación de pertenecer a una de esas aventuras que tantas veces había visto en reportajes, tanto en revistas o en la TV, y aunque feliz de ser esta vez yo el protagonista no dejaba de sentir la preocupación que da la inexperiencia. Recuerdo que al principio ni me planteaba parar en medio de aquel caos y me agarraba al manillar bastante más fuerte que lo habitual. Tenia la sensación engañosa que mientras estuviera la moto en marcha y las ruedas girando yo estaba protegido… era una tontería por que a aquella ridícula velocidad cualquiera podría abalanzarse sobre nosotros, pero era lo único que teníamos… la moto y su agilidad, ¡ojalá no tuviéramos que echar mano de ellas!
Tras bastantes kilómetros y varias travesías de pueblos similares cogimos una cierta soltura a circular por aquel país de locura… y finalmente llegamos a Shkoder, que es la principal ciudad del norte de AL. Al poco de entrar y en plena travesía oigo por los intercomunicadores que Xavi me dice que paremos… yo solo le respondo un dudoso ¿seguro? Pero él insiste con un tranquilizador “si, hombre si”, su clarividencia me hace reaccionar de golpe y estar totalmente de acuerdo, pensando que sin bajar de la moto no tiene sentido viajar. Además, que caray ¡ha esto hemos venido! A por el gran contraste con nuestra vida habitual ¡Y lo habíamos encontrado al por mayor!
Xavi se mezcla con la gente y enseguida le reciben con los brazos abiertos en una de las múltiples tiendas con todo tipo de objetos que pronto se convierten en nuestros improvisados souvernirs de AL. Yo permanezco cerca de las motos que son foco de multitud de miradas. Poco después continuamos por la caótica avenida principal de Shkoder, donde al igual que una película de Indiana Jones, se mezclan coches, bicicletas, peatones, camionetas, autobuses… mientras un policía local, sin darle mucha importancia aquel caos, trata de dirigir un poco todo aquel movimiento. Hay ruido, mucho ruido pero uno destaca por encima de todos por su insistencia y continuidad: el claxon… y como siempre en estas situaciones todo es lioso y desordenado pero, como siempre, todo y todos parecen tener su sitio.
Avanzamos unos cientos de metros y nos proponemos uno de los objetivos mas difíciles: encontrar nuestro mas preciado recuerdo, el adhesivo con el distintivo de AL que tan orgullosamente llevan todos al lado de las matriculas en sus coches y que tanta ilusión nos hace que pase a formar parte de la iconografía de nuestras sufridas top case Givi. En una sorprendentemente fluida conversación en ingles con un habitante local nos indica un árbol enorme que sobresale tras unas casas, en el barrio que tenemos enfrente, y con total incredulidad nos dirigimos allí, atravesando unas calles totalmente plagadas de cientos de detalles casi indescriptibles: gentes, comercios, suciedad, charcos, niños, coches mal aparcados… y mil ojos mirándonos. Volvemos a preguntar donde podemos encontrar nuestro preciado adhesivo y volvemos a recibir la misma explicación: a pie del árbol grande lo encontraríamos. Y cuando llegamos al ya famoso árbol, cual es nuestra sorpresa que en una especie de chiringuito de recambios y accesorios para coche, allí estaban, como esperándonos, los tan deseados distintivos. Tras unas fotos y la deseada compra nos disponemos a salir de Shkoder y buscar la carretera que nos llevaría atravesar todo el norte de Albania.
La salida de esta ciudad se convirtió en una pequeña aventura ya que no encontrábamos como salir, y tras enseñar el mapa varias veces señalando donde queríamos dirigirnos, fuimos avanzando por unas calles increíbles, en las que el asfalto había desaparecido, dejando paso a un barrizal absolutamente total, el cual fruto de una circulación intensísima estaba completamente batido y finísimo, todos los vehículos eran una amalgama de vejez y barro. Por supuesto nuestras motos pasaron a formar parte de este decorado y se impregnaron completamente de tan discutible elemento. No podíamos creer que aquello fuera la dirección que nos llevara a la carretera principal que salía de la ciudad, pero tras avanzar penosamente por el barro y preguntar varias veces, llegamos a lo que, al menos, tenia un discutible asfalto que nos permitiría avanzar a una cierta velocidad hacia nuestro objetivo: atravesar el norte de AL para salir de aquel país de caos, donde quedarse a dormir no entraba en nuestros planes.
Poco a poco fuimos haciendo Km. A una media ridículamente lenta, ya que la carretera dejaba de serlo a menudo, convirtiéndose en pista, o lo que es peor, plagada de agujeros, baches, deformaciones y cortes del asfalto tremendamente peligrosos para las suspensiones y para los neumáticos… ¡Cuánto me alegraba ahora de llevar montado aquel neumático duro y de perfil más alto que encontramos en CG!
Las anécdotas y situaciones curiosas se suceden a lo largo de la ruta en forma de niños vendiéndonos frutos, nativos circulando a toda velocidad con motos y coches totalmente destrozados queriéndonos demostrar de lo que son capaces, pequeños búnkeres salpican las cunetas, suponemos que fruto de alguna contienda bélica no muy lejana en el tiempo, otros niños sobre un burrito se asustan y salen corriendo al ver dos “astronautas” a bordo de unas raras “naves”, unos kilómetros más adelante, alcanzamos a un turista de la República Checa que avanza penosamente por un asfalto lleno de agujeros con un flamante y poco apropiado BMW, atravesamos varios pueblos y aldeas donde se repiten una serie de modernas coincidencias: todos tienen oxidadas antenas parabólicas en sus balcones, todos limpian su coche como muestra orgullosa de lo que poseen, pero todos están rodeados de basura y vertederos en unos pueblos absolutamente destrozados … Es Albania, supongo que el país más pobre de Europa, es el mayor de los contrastes, es dantesco, hemos invertido seis o siete horas en hacer unos doscientos kilómetros y aún queda algo por llegar a la frontera con Kosovo… ¿Kosovo? ¿Y que nos espera allí? Hasta el paisaje que nos rodea es rudo, seco, árido, incluso feo… es Albania, menudo sitio para ir de vacaciones… pero no me arrepiento, mi moto y yo ya sabemos como es Albania, o al menos la carretera que cruza el norte… hacia Kosovo.
Con el sol cerca del horizonte, y tras unos ya interminables kilómetros finales llegamos a la frontera con Serbia y Montenegro… pero al entrar por el sur de este país, que es lo que queda de la vieja Yugoslavia, realmente no estamos entrando en SCG sino que todo indica que el nivel de autonomía de Kosovo (KS) es tal ¡que es como si entráramos en un país independiente!
Nada más llegar a la frontera, los carteles hacen referencia a que estamos en una zona administrada por la ONU, también la presencia de los tristemente famosos (por su habitual presencia en los lugares del mundo donde hay grandes conflictos) 4x4 blancos con las grandes letras en sus puertas de UN, nos hacen dar cuenta que aquello es una frontera muy, muy “particular”. ¡Al fin y al cabo acabamos de llegar a un territorio en el cual se vive en un estado de post guerra! La cercanía en el tiempo del conflicto bélico que arrasó ésta zona en 1.999 es muy grande todavía para este tipo de conflictos.
Tras ya la sorpresa de los trabajadores de la frontera, las habituales preguntas y enseñar nuestros pasaportes, nos preguntan si vamos a atravesar KS camino de Serbia… no comprendemos muy bien que quieren saber pero tras decirles, que no, que vamos hacia Macedonia, sonríen y nos explican que si sólo fuéramos a atravesar KS dirección Serbia deberíamos pagar una especie de peaje… ¡una buena manera de relacionarse con sus odiados vecinos! Creemos que con esto está todo listo, cuando nos informan que debemos sacar un seguro para vehículos extranjeros para poder circular por KS… nos asustamos ante la posible cuantía económica y dejando las motos aparcadas nos acercamos a la pomposamente llamada Insurance Asociation of Kosovo (IAK)… realmente una pequeña habitación con un agradable funcionario el cual nos trató muy bien y nos anima a disfrutar de KS, nada que ver con el desastre de Albania, según él. Finalmente, los seguros son de unos 40€ por moto y hasta pensándolo bien nos parece correcto, al fin y al cabo ¡vamos a rodar por un país tras una guerra!
Ya con una cierta complicidad con los policías fronterizos, observan como nos ponemos el casco y como suenan nuestros motores… están contentos que dos lejanos viajeros en moto se interesen por su país y su realidad… es un momento de esos que sólo un viaje de esta índole te puede dejar. Los primeros kilómetros por KS nos traen una sorpresa, por llamarlo de alguna manera. Tras siete horas de carreteras terribles en AL, saltos, baches, cortes de asfalto y vibraciones continuas en la moto, volvemos a rodar por una perfecta carretera, lo cual nos lleva a poder mantener velocidades de 80-100km. /h. con toda normalidad… la sensación de suavidad en el rodar es ¡casi desconcertante! ¡Que sensación tan maravillosa! Pensar ahora en Albania se me hace casi increíble… ¿de verdad existe ese lugar, ahí, tras mi espalda? ¡Y yo que tenía miedo e incertidumbre por si KS sería una solución a nuestros “problemas” albaneses! ¡Y tanto que lo era, esto es el paraíso comprado con AL!
La noche es ya cerrada y después de unos primeros kilómetros para adaptarnos un poco a la oscuridad nos disponemos a llegar a Prístina, la capital de este protectorado de la ONU, de esta provincia Serbia que no lo quiere ser. La ruta es relativamente tranquila, aunque la pintura en la carretera es casi inexistente, sin arcenes y la circulación intensa. Aún así todo discurre con normalidad, tanta que hasta nos relajamos en exceso, tras la terrible tensión vivida en AL… lo cual nos lleva a descubrir de golpe que no se puede bajar la guardia ¡nunca! en estos países… un tractor sin luces nos lo recuerda, el cual le da un susto de muerte a Xavi que una vez más y gracias a la luz de xenón de su BMW nos ayuda a esquivarlo milagrosamente.
Sin más incidentes entramos en Prístina, estoy entre emocionado e impactado… ¡cuantísimas veces me había fijado en este lugar en el mapa de Europa! Nos alojamos en un bonito y acogedor hotel en el centro, sin ningún problema y poco a poco nos volvemos a acostumbrar a la vida normal, pero el estremecimiento de lo vivido en AL es el tema de conversación principal. Es curioso, esta vez el contraste está en el mismo entorno, Kosovo si lo comparamos con Italia o España es tremendamente pobre, pero si lo comparamos con sus vecinos albaneses hacen de KS un rico lugar. Increíble.
Nos disponemos a pasear por Prístina, las motos descansan en la puerta del hotel, y allí se quedan, hoy lo han aguantado todo. Atravesamos algunos oscuros barrios, algo sucios, pero nada comparable a lo vivido durante el día… y, nuestra experiencia acumulada nos hace pasear con total tranquilidad, además las curiosidades comienzan a sucederse. Vemos en un escaparate ropas y motivos militares, por supuesto, con el emblema de la UCK (Ejercito de Liberación de Kosovo), más tarde paseamos por el Boulevard Bill Clinton, además en multitud de locales y tiendas se suceden las banderas y emblemas relacionados con EEUU, lo cual no es de extrañar, dado que en su política de desmembramiento de grandes estados, Estados Unidos, apoya totalmente el proceso de independencia de Kosovo. Y, como no podía ser de otra manera, cenamos en un burguer al más típico estilo norteamericano. De vuelta al hotel, comentamos la gran tranquilidad de la noche en Prístina y lo increíble, que hace cinco años, esto era una ciudad devastada por los bombardeos de la OTAN y el ejército yugoslavo.
Absolutamente invadidos por el cansancio y la sensación de aventura, miramos las motos aparcadas delante del hotel… ¡es increíble lo que hoy hemos hecho con ellas!... y no han rechistado. Quien dijo que viajar en moto, es impregnarse de todo lo que ves y atraviesas… ¡tenía toda la razón!
Al día siguiente, un sol extraordinario nos saludó y mientras desayunábamos, conversamos con el camarero, el cual nos sorprendió con su interés por nuestro viaje, así como de dónde veníamos. Afrim, que así se llamaba, nos hizo un estupendo resumen de las situación político-social de Kosovo hoy día, y en como se encuentran las conversaciones con Serbia y Europa para su posible anexión a Albania. Porque lo que quiere Kosovo es volver a ser parte de Albania, dado que el 90% de su población es albanesa, de hecho la bandera que ondea por todo KS es la misma que la de AL. Afrim, que había combatido en la reciente guerra… nos deseó un magnífico viaje a través de los Balcanes y de regreso a nuestro hogar.
Tras cargar las motos nos dedicamos a ver Prístina con luz del día y comenzamos a descubrir la total militarización de este enclave, así como la implantación de multitud de instituciones político-sociales necesarias para gobernar una región de manera provisional. Es sorprendente la cantidad de vehículos oficiales con infinidad de símbolos e insignias… algunos conseguimos saber que eran, otros eran extraordinariamente complejos. El muestrario de siglas era increíble a la vez que fascinante.
La UN (United Nations) tiene su base central aquí en Pristina, es la UNMIK (United Nations Mision In Kosovo), tiene su grupo de infraestructuras TMR (Telemark Regiment), tiene, por supuesto, su propia policía MP (Militar Police), que está ayudada de la EUPOL (European Police), para toda la administración y vigilancia de las fronteras el nombre de las organizaciones era UNMIKCS (United Nations Mision In Kosovo Custom Services) y UNBP (United Nations Border Police), finalmente, todas estas organizaciones y algunas más que no conseguimos descifrar están perfectamente coordinadas y protegidas por la impresionante KFOR (Kosovo Force) que es la fuerza multinacional tanto de países de la NATO (North Atlantic Tractate Organitation), como de otros no pertenecientes a esta organización militar.
Cada uno de los convoyes de los diferentes países rodaba con impresionantes tanquetas, BMR y camiones mezclados con el tráfico normal como el que tendría cualquier ciudad europea. Increíble y brutal. Las últimas siglas de ésta fascinante sopa de letras, las distinguimos en los diferentes convoyes ya que, a parte, de la común a todos, KFOR, cada país lucía orgulloso las del contingente al que pertenece, así IRCON (Ireland Contingent) o AUCON (Australian Contingent) son dos buenos ejemplos.
Después de unas horas por Prístina y sus alrededores, le “dijimos” al GPS que nos llevara hacia la frontera con Macedonia. Por unas largas rectas, dejando atrás la fascinante Prístina pensaba, dentro de mi casco, qué absolutamente ordenado lo tenían todo, con aquella inmensidad de siglas, para un lugar, un enclave, un país, una región, una provincia donde casi todo, hoy día, es provisional, inmediato e impredecible, o sea, desordenado… ¡que contradicción, que contraste una vez más! Adiós Kosovo, ha sido impactante rodar por ¡tus doloridas tierras!
Poco después, llegábamos a la frontera con Macedonia (MK), la cual es ya un reflejo del triste país que íbamos a atravesar, o, al menos, esa sensación nos llevamos en las horas que pasamos en el. Ni la naturaleza que vimos, ni las construcciones, ni la bulliciosa pero caótica capital, Skopje, nos atrajeron lo más mínimo, pero lógicamente no es una justa opinión, dado que la urgencia de tiempo, que ya comenzaba a aparecer en el viaje, nos obligaron a atravesar MK en pocas horas. Eso sí, comimos extraordinariamente tras comprar un montón de víveres y bebida por poco más de ¡4 euros! Además se produjo una de las anécdotas más divertidas del viaje cuando, para comer lo recién comprado, no nos dimos cuenta y paramos en la puerta de un ¡colegio! Podéis imaginar el revuelo de niños, muchos, a nuestro alrededor, que en un idioma incomprensible querían saberlo todo de nosotros pero sobretodo de nuestras motos…
Unas pocas horas después llegábamos a la frontera con Grecia (GR) y de golpe volvíamos a “nuestra” Europa, de nuevo el símbolo de la EU con las estrellas alrededor nos acogía, y, tras tantos días de fuertes emociones, no dejaba de ser agradable. Curiosamente, en un país como Grecia, tan desconocido y lejano, tras la impactante travesía de los Balcanes, apenas nos sentíamos lejos de casa o extranjeros, supongo que el sueño de la Europa Unida a veces se hace realidad.
Tras unos sencillísimos trámites aduaneros, al ser habitantes de la EU, comenzamos a rodar por unas buenísimas carreteras, con estupenda señalización y una circulación correcta ordenada y respetuosa hasta tal punto que vivimos una curiosa y singular forma de conducir. Todos los camiones, sin excepción, circulaban ocupando medio arcén y facilitando totalmente el que fueran adelantados. Sorprende mucho y, por supuesto, los arcenes están limpísimos del continuo rodar de sus ruedas.
Seguimos, tranquilos, unos kilómetros con una bella puesta de sol y llegamos a Salónica. Una grandísima ciudad que recuerda Barcelona por su luz mediterránea, moderna en gran parte, pero con algunos detalles que te recuerdan que no estás en la Europa occidental. Contrastes de nuevo. Después de un reparador descanso, buscamos, a primera hora del día siguiente, donde cambiar el neumático trasero de la BMW, algo que en medio hora escasa estaba hecho (que fantástico es el cardan para esta operación) Tras la rutinaria y diaria carga de las motos nos dispusimos a volver. ¿Volver? Si, Thessaloniki es el punto más alejado de nuestro viaje, a partir de ahora, aunque no todos los kilómetros, siempre será irse acercando a casa.
Nuestra siguiente frontera, cosa que ya es una auténtica normalidad en nuestro viaje, sería la búlgara. Un lento trámite aduanero nos devuelve, de nuevo, a otro país con otra realidad, con otra moneda, otro idioma ininteligible, y de nuevo, vuelta a las malísimas carreteras a ratos, pero sobre todo unos brutales y poquísimo respetuosos conductores. De todos los países del viaje, es el que peor y más peligrosa circulación tiene. Suerte que, a estas alturas del viaje, ya nada nos sorprende y hemos desarrollado una habilidad extraordinaria a la hora de encarar todo tipo de situaciones, por supuesto la felina agilidad y potencia de la BMW y la Kawa respecto a los generalmente viejos Lada y similares, son definitivas para salir victoriosos contra tantos “contrincantes”.
Continuamos durante muchos kilómetros por una “histérica” autopista ¡en obras! y llegamos a la majestuosa e imperial Sofia. Una fina lluvia nos acompañó (las primeras gotas desde hace muchos días) pero no estropea para nada el rodar por una enorme avenida de adoquines que nos lleva directos al centro. Una serie de impresionante edificios, herencia del pasado comunista, nos hacen sentirnos pequeños y los palacios e iglesias ortodoxas nos recuerdan otros gobernantes, así como el rito religioso imperante en esta bella ciudad del este europeo. Una pequeña visita a la catedral de Santa Sofia nos deja impresionados por su belleza y lo diferente a las iglesias católicas. Pero el tiempo apremia y debemos continuar, no sin antes prometernos que esta parte de Europa merece un viaje dedicado a ella. Esta vez es solo un pequeño complemento a un fantástico viaje por los Balcanes.
Y como los Balcanes son los protagonistas, hacia su capital más famosa dirigimos los manillares de nuestras motos, porque no podemos volver a casa sin conocer Belgrado, la querida y odiada Belgrado, que a orillas de el río de los ríos de Europa, el Danubio, trata que su orgullo no se desvanezca como poco a poco se desvaneció el país del cual era capital: Yugoslavia “la unión de los eslavos del sur”. País que trató tal vez una utopía, mantener unidos tantísimo pueblos y creencias que la muerte del Mariscal Tito unido a una gran crisis económica favoreció la explosión de lo que ha sido una constante en nuestro viaje: la guerra, convirtiéndolo, de alguna manera, en una especie de ruta de la guerra, de guerra y paz, de guerra y ruta.
Belgrado es hoy día una grandísima ciudad, con un relativamente caótico tráfico y con majestuosos edificios reflejo de la muchísima historia que tiene detrás. Una bonita y céntrica zona peatonal nos sirvió de improvisado parking, lo cual nos permitió pasear e impregnarnos de la vida de Belgrado. Hay una mezcla de modernas tiendas y marcas con otras mucho más artesanales y tradicionales. El trasiego de muchas personas, haciendo de la calle un animadísimo ambiente, nos da una sensación de total normalidad. ¡Una buena manera de mirar al futuro y olvidar las heridas del pasado! Curiosísimo es observar las tapas de las alcantarillas dado que todas tienen una especie de dibujo en relieve con escudos, emblemas y símbolos… una singular curiosidad de la cual no pudimos averiguar más, pero que nos pareció muy embellecedor de la ciudad, y, debe representar algo muy tradicional dado que encontramos hasta postales con este motivo.
Un paseo por un bello parque nos llevó a un espectacular mirador desde el cual pudimos ver el río más grande de Europa: el imponente Danubio. La ciudad queda dividida, por su cauce, en dos partes, una más moderna y la otra más histórica y antigua. En sus aguas infinidad de barcos, algunos realmente grandes, ayudan a la economía de la ciudad. Por supuesto muchos, imprescindibles y enormes puentes consiguen unir la vida de las dos Belgrado…Y a través de uno de ellos continuamos, ya con las motos, la visita al resto de la ciudad. Unas fotos delante del modernísimo Beogrdska Arena, el pabellón deportivo donde juega el mundialmente famoso Partizan de Belgrado, el equipo de básquet de la capital Serbia, nos demuestra que la Belgrado actual y del siglo XXI existe con toda su fuerza.
Miramos nuestros relojes, le indicamos el rumbo al navegador y nos disponemos a dejar atrás la bella Belgrado, seguro que no nos ha mostrado infinidad de secretos, pero debemos ir acercándonos a casa. Para ello, la autopista E70, que atraviesa el norte de los Balcanes, nos llevaría en una aburrida jornada hasta Rijeka, preciosa ciudad costera ya en HR, famosa para los amantes del motociclismo deportivo, por ser la sede de un circuito que albergó durante muchos años el GP de Yugoslavia.
Este circuito vio correr a Nieto, Champi, Aspar, Torrontegui, Cardús, Garriga, Sito, por supuesto a Crivillé y a tantos y tantos pilotos de otros paises, supongo que un poco ajenos a la especialisima situación y realidad politica que entonces era esta zona de Europa y que hoy día hemos podido recorrer convertida en un complejo puzzle de fronteras que hace difícil de creer que antes fuera todo un solo país.
Tras dormir en Rijeka visitamos el viejo circuito, hoy día reconvertido para que los aficionados puedan alquilarlo y dar rienda suelta a sus ansias de velocidad, como bien nos demostraron un nutrido grupo de motards eslovenos a bordo de sus CBR 1000, R1, ZXR y otras extraordinarias monturas deportivas. Dejamos atrás el curioso Circuito Grobnik de Rijeka y nos dirigimos hacia la costa para visitar la isla de KRK, que además de este impronunciable nombre, se accede a la misma por un modernísimo y precioso puente de peaje. La isla es el perfecto exponente y ejemplo de la costa Croata con una muy característica flora, orillas y rocas que son inconfundibles, casi únicas de esta parte del Mediterráneo, es un espacio natural protegido y es una de las mas de ¡dos mil islas e islotes que forman la bellísima costa croata del Adriático!
Después de volver al continente de nuevo, nos dispusimos a otro día de ruta, que a través de Eslovenia (SLO). La bien llamada “The green part of Europe” (La parte verde de Europa) puesto que este pequeño y absolutamente tranquilo país, es casi en su totalidad una inmensa “alfombra” verde. Atravesar SLO nos lleva muy poco tiempo, gracias a los nulos tramites aduaneros, a sus fantásticas carreteras y a que buscamos la ruta mas directa para avanzar kilómetros hacia el centro de Italia, dado que ya solo nos queda una noche antes de coger el ferry en Génova. Al dejar atrás la frontera de SLO con Italia, dejamos detrás nuestro la última frontera relacionada con los Balcanes, con la vieja Yugoslavia, con la verdadera razón de ser de nuestro viaje…una cierta tristeza me invade pero también la certeza de haber vivido algo muy, muy especial desde una moto.
Nada mas entrar en Italia, sus atestadas autopistas nos devuelven a la realidad de la Europa hiperactiva, consumista totalmente reflejo del mundo actual e inevitable que vivimos. Y observar las matriculas de la infinidad de camiones que se mueven por ellas, es un perfecto ejemplo de esta actividad, así como todo un ejercicio de internacionalidad, ya que puedes adelantar a los grandes señores de la ruta provenientes de toda Europa. Así a los lógicos países de centroeuropa se les añaden algunos tan poco habituales para nosotros como Turquía (TR), Rumania (RU), Hungría (H), Bulgaria, por supuesto los de todos los países balcánicos que hemos visitado y los más sorprendentes de Ucrania (UA) y la lejanísima Bielorrusia (SU)
Pese a todo la ruta discurre aburrida y monótona solo animada por las rápidas visitas a las fabricas, de dos marcas siempre muy cerca del mototurista: Dainese y Givi. Buscamos donde dormir y la elegida, es esta vez la bella e histórica patria chica del genio Stradivarius, Cremona, donde hoy día se siguen fabricando de forma artesanal los mejores violines del mundo.
Descansar en tan noble ciudad nos preparó para el último día de kilómetros por Italia, y la última visita que realizaríamos: la impactante iglesia de Castellazzo Bormida, cerca de Alessandria, donde se le rinde culto a la patrona de los moteros, la veneradísima Madonnina dei Centauro. Explicar el porque y lo que allí se puede ver merecería un reportaje a parte, además lo mejor que se puede hacer es vivir la extraordinaria concentración que se realiza cada verano, en este pueblo, para entender todo lo que rodea a la virgen de los moteros…pero eso, como casi siempre, es otra historia.
El ferry de Génova a Barcelona nos esperaba, el cual tras una placida travesía de 18 horas nos dejaría en Barcelona, donde una calurosa bienvenida por parte de algunos amigos hizo más emotiva y agradable la vuelta a casa….una animadísima conversación en un bar, tratando algo casi imposible, resumirles lo vivido, nos trajo todo tipo de recuerdos muy cercanos en el tiempo pero que lo impactante de lo visto y experimentado hacían que parecieran de un lejanísimo pasado… ¿Realmente podía haber pasado todo aquello?
Aún quedaban unos pocos kilómetros hasta nuestros hogares, tras despedir a nuestros amigos, realizamos el ritual de ponerse guantes y cascos por última vez, en este intenso viaje. Salimos de Barcelona y aún evitamos coger la autopista, como intentando que el viaje se alargara un poco, eligiendo la famosa ruta alternativa de curvas del Garraf…con una fisonomía casi igual a la escarpada costa Croata, no en vano están una “enfrente” de la otra y bañadas por el mismo mar. De alguna manera era un pequeño homenaje a nosotros mismos volviendo hacer lo que tantos días habíamos hecho: rodar por preciosas y reviradas rutas… ¡con una moto! ¡en moto! Esa sensación que tan difícil se hace de explicar a quien no sabe, no conoce o no “quiere saber” de esta forma de viajar.
Unos metros antes del cruce para casa de Xavi, nos pusimos en paralelo y nos saludamos como los pilotos de GP al final de una carrera, cuando esta ha sido especialmente dura o ¡emotiva!, cuando tratan de mostrar su enorme respeto por lo que acaban de hacer…No paramos y por lo tanto no nos quitamos los cascos, ni hablamos…el saludo era suficiente, los dos sabíamos lo que significaba…el viaje había sido perfecto, bonito, magnífico…pero sobre todo, y sin lugar a dudas, había sido ¡¡emotivo!!
No hay más por esta vez, descubrir el mundo desde una moto, esta claro, es el camino a seguir…y no hacen falta palabras después de ¡¡haberlo confirmado rotundamente!!
Hasta la proxima aventura...see you on the road!
Desde el manillar de la ZRX 1200, Pedro Flores.